lunes, 19 de septiembre de 2016

Ni la lluvia pudo apagar el fuego sagrado de Rio 2016

Rio de Janeiro. Decir Brasil es decir música, pasión y alegría. Los que pocos creían, como dijo el presidente del Comité Rio 2016 Carlos Nuzman, terminaron convencidos de que Brasil finalmente pudo realizar unos Juegos Olímpicos y Paralímpicos “Maravillosos” como la ciudad del carnaval, cuyo fuego sagrado no pudo apagarse a pesar de la lluvia que por momentos cayó copiosamente sobre el majestuoso estadio Maracaná.

Miles de personas saltaron, disfrutaron y fueron partícipes de una fiesta que fue el reflejo de lo que tuvieron los Juegos de Rio 2016, la “integración” de los atletas con el público que llegó a comprar los dos millones de entradas para asistir en masa a las competencias.

Y si bien el público tuvo un protagonismo estelar en la fiesta, los atletas fueron mimados y acomodados en la primera fila desde donde vieron, cantaron, rieron, tocaron y disfrutaron de la pegajosa música brasileña interpretada por varios de sus mejores exponentes.

El espectáculo, que llenó de colores el mítico estadio Maracaná, estuvo compuesto por músicos locales como Ivete Sangalo, Céu y Gaby Amarantos, el majestuoso guitarrista del grupo de “heavy metal” Sepultura, Andreas Kisser, el Dream Team del Passinho y Nego do Borel, éstos últimos haciendo delirar al público con su música. El músico Jonathan Bastos, sin brazos, emociona cuando interpreta una canción tocando la guitarra con sus pies.

El momento emotivo fue el minuto de silencio pedido por el presidente del Comité Paralímpico Internacional Sir Philip Craven, para honrar la memoria del fallecido atleta iraní de ciclismo Bahman Golbarnezhad, quien falleció de un paro cardíaco después de haberse accidentado durante una competencia.

Los voluntarios fueron ovacionados cuando Nusman pidió el reconocimiento a su trabajo durante los 11 días de competencias. También se realizó la presentación oficial de Tokio como organizador de los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos del 2020.

En el acto, seguido atentamente por el público, el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, le pasó la bandera Olímpica a Philip Craven, que tuvo el honor de entregársela a la gobernadora de Tokio.

También estuvieron los reconocimientos con el premio Whang Youn Dai a los atletas que mejor representaron el espíritu Paralímpico, el nadador Ibrahim Al Hussein, nacido en Siria y miembro del equipo de refugiados, y la corredora en silla de ruedas la estadounidense Tatyana McFadden.

La fiesta continuó, el pebetero fue apagado con ráfagas de viento que hicieron delirar y emocionar a los asistentes.

El sonar de los tambores se detuvo en un momento para permitir que Tokio haga una presentación de sus Juegos, y la fiesta pasó de la muestra humana de los brasileños a la reconocida tecnología de Japón, que tuvo como representante del momento a Koichi Omae, balarín que tiene la mitad de su pierna amputada, y que mostró su habilidad para utilizar esa deficiencia a su favor. Luego ingresó Akira Hiyama, una artista ciega.

Brasil se despidió con el corazón abierto. Tokio 2020 es el próximo destino.